Westpatagonia

El turismo chileno se instala en la liga de los mejores.

En su esfuerzo por diversificar su matriz productiva, centrada desde hace décadas en la explotación de materias primas —principalmente el cobre—, Chile ha depositado su mirada en el turismo. Consciente del empuje y la creciente importancia de este nicho, el Gobierno de Michelle Bachelet ha puesto en marcha una agenda para impulsarlo como sector de desarrollo con alto potencial.

“El aporte del turismo al PIB está en torno al 2,5% y, por lo tanto, la posibilidad de expansión es muy grande para nuestro país”, señaló hace algunos meses el ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes. Para Javiera Montes, subsecretaria de Turismo, “Chile tiene todo para crecer, es un país único”. En 2015 llegaron casi 4,5 millones de turistas, un 22% más que el año anterior. Si nada se tuerce en los próximos meses, este año se superará con creces esa cifra: en lo que va de año, el crecimiento interanual supera el 30%.

La obtención de premios internacionales apuntala las tácticas de Chile. El último reconocimiento lo logró esta semana y representa un triunfo importante para el país latinoamericano: por segundo año consecutivo se ha impuesto en el World Travel Awards 2016 como mejor destino de aventura en Sudamérica, galardón en el que se midió a otros rivales de enjundia como Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay.

“Este premio nos permite dar a conocer los atractivos que ofrece Chile y visibilizar el trabajo que realizamos en promoción internacional y en diversificación de nuestra oferta y productos”, subraya Montes. Según Myriam Gómez, directora ejecutiva de la Fundación Imagen de Chile, el galardón “da cuenta de que Chile también se está instalando a nivel turístico en la liga de los mejores”.

No solo tiene una impresionante variedad de climas y paisajes, desde el desierto de Atacama en el norte a los glaciales de la Patagonia en el sur. Junto con la naturaleza deslumbrante, en los últimos años el país sudamericano ha fortalecido su industria turística para satisfacer las necesidades de aquellos viajeros del siglo XXI que escapan de las masas y buscan experiencias diferentes y exclusivas, desde trekking hasta esquí pasando por ciclismo, montañismo, surf, pesca deportiva o buceo.

No solo se trata de experiencias extremas: muchos turistas buscan sencillamente el avistamiento de flora y fauna en algunos de los 101 parques nacionales chilenos o la posibilidad de entrar en contacto directo con la población originaria. En lugares como Chiloé —la Isla Grande de Chile, a unos 1.200 kilómetros al sur de la capital— se conservan tradiciones únicas en el plano de la gastronomía, la arquitectura, la artesanía y su peculiar historia, en la que abundan los mitos y leyendas. En sitios como San Pedro de Atacama, en el norte, el turismo de lujo se ha fortalecido en la última década, pero no ha perdido en nada su encanto intrínseco.

De acuerdo con el Nation Brands Index, un estudio anual que mide las percepciones en torno a 50 naciones, al turismo chileno se le relaciona con tres características: emocionante, fascinante y rico en bellezas naturales. No es la única distinción que se ha llevado Chile en los últimos años: la lista Forbes lo incluyó entre los 10 destinos de aventura del 2016 y, para Lonely Planet, el desierto de Atacama es una de las 10 mejores regiones del mundo para visitar.

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